A la vuelta de mi sombra hay un sonido, una canción. Una energía que tira de un lado y luego del otro. Levanta un pie con miedo, se asoma desde lo alto a ver el dibujo, los pasos anteriores, los colores fusionados.
Cae, de lleno contra el camino. Se abraza a la tierra, levanta el polvo.
Lo sigue, desde el otro hemisferio, la vida misma en otro pie. Que por no olvidarse del momento, llega tarde y se va tarde.
Cada viaje comienza con una dirección.
La sangre se hace realidad y explota la humanidad. Pisé la piedra hasta sacarle polvo, me enredé entre ideas, quise ser un gramo más pesado, me borré y despinté y tuve el corazón en la mano.
No hubo más que vida echa carne, tendones que tiran uno del otro para desgastarse, la sien saturada de latidos, el drama de la risa con el eco de la inmensidad.
Y cuando miré desde arriba, ví mi figura a lo lejos con los brazos abiertos y la escuché... sonaba desde el fondo, latía en la mirada. Un sonido, una canción. Una energía que tira de un lado y luego del otro.
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